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Érase una vez, hace muchos, muchos años… ¿Dónde habría que remontarse para encontrar los orígenes de la literatura infantil y juvenil?

Biblioteca Nacional de España

En la actualidad, el género conocido como literatura infantil y juvenil (LIJ) goza de una extraordinaria popularidad y son muchas y variadas las propuestas de escritores e ilustradores para despertar la curiosidad lectora de los más pequeños y para alimentar la afición de los lectores iniciados. Hay diversos subgéneros, como las narraciones de aventuras, las fantásticas, las policíacas, las de ciencia ficción o las que tratan problemas de la vida cotidiana. Todas ellas permiten elegir a los lectores noveles entre una amplia gama de temas y modos de narrar.

También son variados los formatos disponibles en librerías y bibliotecas. Están los libros de bolsillo tradicionales, los libros álbumes, los espectaculares desplegables, el libro electrónico, etc.

Pero hasta llegar a la oferta actual, la literatura infantil y juvenil ha recorrido una larga andadura.

Se entiende por literatura infantil y juvenil las obras de carácter estético o lúdico que tienen como destinatarios a los niños o jóvenes y que satisfacen sus intereses e inquietudes sin renunciar a los temas universales de la literatura. No lo son, por tanto, las obras de carácter pedagógico o educativo como los abecedarios, silabarios, catones (que contenían frases completas para ejercitar en la lectura a los principiantes) y los bestiarios de la Edad Media y Renacimiento, libros de muy difícil acceso (por ser el libro un objeto de lujo) para la alfabetización del niño.

Catón 2

Algunos autores han citado las fábulas de Esopo, el Libro del Conde Lucanor,  (don Juan Manuel) o el Llibre de les bèsties (Ramón Llull) como posibles orígenes de la literatura juvenil.

Y aunque la transición hacia una literatura de recreo se produce en el siglo XVI con las novelas de caballería o las vidas de santos, no será hasta el siglo XVIII cuando la literatura como pasatiempo quede establecida de forma definitiva con las fábulas de Iriarte y Samaniego y con la aparición del primer periódico infantil, La gaceta de los niños.

Charles Perrault publicó en 1697 sus Cuentos de antaño, entre los que destacan La Cenicienta, Caperucita roja o Pulgarcito. Y algunas novelas de aventuras, como Robinson Crusoe (1719) o Los viajes de Gulliver (1726) pronto se consideraron recomendables para niños.

Grabado de Doré Caperucita roja

El auge de la fantasía en el siglo XIX facilitó el abandono de la intención didáctica y fue entonces cuando los hermanos Grimm popularizaron cuentos como La bella durmiente, Blancanieves o Hansel y Grettel en sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1815).

También importantísima fue la aportación de Hans Christian Andersen, con Cuentos para niños (1835) y autor de El patito feo o La cerillera.

Hermanos Grimm

Wilde, Kipling, Stevenson hicieron también incursiones en el género, pero será en el siglo XX cuando la literatura infantil y juvenil conquiste su autonomía con autores que tengan en cuenta los intereses y el estadio evolutivo de sus receptores y configuren personajes sólidos y tramas elaboradas que alcancen la sensibilidad de esos jóvenes lectores. Aquí encontramos obras como Mary Poppins,  La historia interminable, Las crónicas de Narnia, o la saga de Crepúsculo;  autores como Roald Dahl, Laura Gallego, J. K. Rowling y personajes inolvidables como Alicia, Momo, el Principito, Percy Jackson, etc.

En definitiva, la literatura infantil y juvenil sigue siendo demandada. Fue y es una fuente de entretenimiento y de libertad para los más jóvenes, que afortunadamente, siguen queriendo leer.

En la Biblioteca Nacional de España (BNE) se puede consultar un interesante listado de materias sobre literatura infantil y juvenil que contiene enlaces y un índice de obras para los lectores más jóvenes.