El 29 de septiembre de 1916 nació en Guadalajara Antonio Buero Vallejo, dramaturgo que marcaría la senda del teatro de la segunda mitad del siglo XX.
Para el autor, que reflexionó sobre el sentido de su teatro en “La tragedia” (1958), este género dramático es una forma de conocimiento del hombre, de sus conflictos existenciales. En toda su producción teatral plantea preguntas para que el espectador reflexione y trate de encontrar respuestas.
Buero Vallejo con su mujer.
Abrazando a su mujer en un descanso en los ensayos de la reposición de Las cartas boca abajo en 1981. Imagen: Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Tiene una concepción abierta y esperanzada de lo trágico porque no se plantea el destino del hombre como un hado inamovible, sino desde una perspectiva esperanzada y como un medio de indagación en los misterios de la naturaleza humana.
Considera que cuando el hombre se pregunta por su destino es cuando comienza a vencerlo. Pero vivir obliga a sus personajes y al ser humano a elegir y a hacerlo con responsabilidad. El motor de las acciones es la honestidad con la que el individuo trata de ver lo oculto de su esencia y para Buero, la esperanza nace de buscar la verdad que cada persona debe encontrar por muy dolorosa que esta sea. La verdad es la que salvará al hombre.
Su producción teatral se inscribe formalmente en el realismo psicológico que se carga de significados simbólicos. Este peso del símbolo aporta una fuerza y un significado muy potentes al teatro de este autor. En él aparecen personajes marcados por una discapacidad física (como la ceguera o la sordera) que es trasunto de la incapacidad del ser humano para ver la realidad y su verdad.
Buero Vallejo pintando un mural.
Buero Vallejo reproduciendo en un mural el retrato que hizo del poeta Miguel Hernández. Imagen: Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
En 1946, recién recuperada su libertad, Buero Vallejo abandona su vocación inicial, la pintura, y escribe “En la ardiente oscuridad”, que iniciaría el camino que seguirían desde entonces otros dramaturgos dentro y fuera de España. Por ello, desde “Historia de una escalera” (“Premio Lope de Vega” en 1949) hasta el estreno de su última obra, “Misión al pueblo desierto” en 1999, el dramaturgo pinta con palabras la realidad en la que transcurrió su existencia, la de un hombre para el cual “el fondo de cualquier problema dramático es siempre el de la lucha del hombre, con sus limitaciones, por la libertad”.
En el año 2000, después de una producción llena de éxitos y de reconocimientos (fue el único autor de teatro galardonado con el Premio Cervantes en 1986 y el primero que obtuvo el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996), murió en Madrid uno de los dramaturgos más importantes de la historia de nuestra literatura.
A lo largo de 2016 se han realizado diversas actividades y eventos para homenajear al autor en el primer centenario de su nacimiento. Igualmente, leer.es se une a la celebración convocando el concurso “Desafío Buero Vallejo” que se desarrollará desde el 10 hasta el 31 de octubre para rendir tributo al hombre y al artista:
“Hay que esperar. Esperar siempre. La esperanza nunca termina. La esperanza es infinita”. (Antonio Buero Vallejo)